OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

POEMAS A MARIATEGUI

ARTURO CAPDEVILA

(argentino) (1889)

 

Poeta, cuentista, dramaturgo y ensayista argentino.

Obra: Los hijos del sol (Buenos Aires, 1923); América, nuestras naciones ante los Esta- dos Unidos (Buenos Aires, 1926); El tiempo que se fue (Buenos Aires, 1926); Babel y el castellano (Buenos Aires, 1928); El amor de Schahrazada (Buenos Aires, 3ª ed., 1928); El gitano y su leyenda (Buenos Aires, 1928); Las vísperas de Caseros (Buenos Aires, 1928); Los Románticos (Buenos Aires, 19 ); Simbad (Buenos Aires, 1929); El poema de Nenúfar (Buenos Aires, 1931); La Santa furia del padre Castañeda (Madrid, 1933); Cuando el vals y los lanceros (Buenos Aires, 1937); Gay saber (La Plata, 1937); Los Incas (Barcelona, 1937); Melpómene y la fiesta del mundo (Buenos Aires, 1938); La Sulamita (Buenos Aires, 1939); Córdoba azul (Buenos Aires, 1940); ¿Quién vive? ¡La libertad; (Buenos Aires, 1940); Córdoba del recuerdo (Buenos Aires, 21 ed., 1941); Canciones de la tarde (Buenos Aires. 1941); En la corte del virrey (Buenos Aires, 1942); Invasiones inglesas (Buenos Aires, 21 ed., 1943); Primera antología de mis versos (Buenos Aires, 1943); Los Romances argentinos (Buenos Aires, 21 ed., 1943); El pensamiento vivo de Galdós (Buenos Aires, 1944); Consumación de Sigmund Freud (Buenos Aires, 1946); El César contra el hombre (Rosario, 1947); La ruta de San Martín (Buenos Aires, 1950); Nueva imagen de Juan Manuel de Rosas (Buenos Aires, 1956); Oráculos Nacionales (Buenos Aires, 1956); El cantar de los cantares y La ciudad de los sueños.

MARIATEGUI, EL HOMBRE DE LA ATALAYA

Por: Arturo Capdevila

La vocación de escritor determina siempre un viaje filosófico o poético a través de la vida. Nadie tan peregrino como el escritor. Según las épocas literarias, la peregrinación se dirige a un santuario o a otro. Hay en las diversas épocas grandes Santiagos de Compostela adonde los peregrinos que digo se dirigen con sus ofrendas y sus canciones. Señal inequívoca de arte que se niega a sí mismo es haber hablado alguna vez de torre de marfil. El aislamiento en el arte es la negación del arte. La torre de marfil es antes que nada la ergástula de un condenado a egoísmo perpetuo. Que el prisionero esté contento y aún orgulloso de su suerte, no mejora lo despreciable de su situación.

Pero si la torre de marfil es un vanidoso absurdo, la torre abierta, la atalaya, es el honorable puesto de muchos grandes escritores. Estos viajan desde lo alto con sus miradas. Escrutan día y noche los horizontes. Envían y reciben palomas mensajeras. Alientan con sus mensajes a los que marchan en las varias direcciones del ideal. Fuera de esto, son los que anuncian el día y los que velan en la noche. Son los primeros en saber que Troya ha caído.

A este linaje de escritores pertenecía José Carlos Mariátegui. Su atalaya se llamaba "Amauta", y desde una altura en que muchas águilas del pensamiento le eran familiares, oteaba los inmensos horizontes del mundo y de la historia, para aviso de su pueblo: el gran pueblo peruano en que tuvo la gloria de nacer con un destino magnífico.

Sin estos vigías no sería muy fácil de realizar el viaje de los otros. Estos vigías viven haciendo señales. De hecho, dirigen las ajenas peregrinaciones mucho más de lo que ellos mismos creen. Y, en el caso de Mariátegui, ¿cómo dudar ni un punto de su influencia, de su participación inmediata y decisiva en los itinerarios de América? Muchos, muchísimos caminantes subieron a su atalaya para rectificar las rutas.

Hay una sección en su revista "Amauta", en su atalaya, que lleva por nombre "Panorama móvil". Significativo nombre. Parecería que el mundo ha tomado por centro su atalaya y gira en torno suyo.

Estaba muy alto en su valerosa torre, José Carlos Mariátegui. Por consiguiente, había una disconformidad perpetua entre su reloj y el de los otros. Cuando sus pupilas recogían luz, los otros, los de abajo, no tenían ni las primeras noticias de la penumbra. Por eso lo persiguieron y lo procesaron los hombres de la tiniebla.

América ha perdido acaso el más valiente de .sus cen­tinelas. Juramentos de coraje sobre su tumba.

LA VIDA LITERARIA Nº 30 Bs. As.